sábado, septiembre 20, 2014

Carta VI.

Querido:

Qué sensación más extraña. ¿Se puede ver sin ver?

Me hallaba sobre el perfume de un escritorio, sobre ese eterno mar de madera inerte y bajo esa extraña noche de soledad que de vez en cuando me nubla las entrañas, cuando, de repente, un ángel se posó en mi ventana.

-Tal y como te prometí, te digo, sí, veo a alguien.

Me llevó por los pasadizos del tiempo y allí, con la condición silenciosa de ser un fantasma, vi en la ventana a un hombre más mayor que yo que paseaba su sombra en la noche muda.

-Es amable, alegre, buena posición económica (o la va a tener), a veces un poco frío y trabaja con las manos. De momento, él está aquí, aunque las cosas podrían cambiar, quien sabe si otro muchacho más joven podría cruzarse en tu camino...

Despierto, al menos, siempre lo intento y un rayo habla en la tormenta. Una voz, una voz que nunca imaginé.

Despierto, sí, despierto otra vez, con la sensación extraña de que todo fue un sueño ¿Le ha pasado alguna vez? Realidades que se van distanciando en el camino de la lejanía hasta convertirse en plumas y... de vez en cuando, en improvisados otoños, tormentas o lágrimas.

Rabia, rabia que siento de que me engañes así. Rabia que a veces se convierte en vapor y que, a veces, simplemente, no te deja ser. Pesares que aniquilan el alma y el canto de un gorrión. Hasta que... imagino que un día, solo te dedicas a dormir con gotas de spray los cuchillos que un día se te clavaron en el corazón.

El tiempo se consume. Las búsquedas silentes aplastan la psique. La búsqueda de algo diferente y saber, que tú no estás. Dime por qué me incitas a gastar así mi tiempo. Por qué. Aún no entiendo tu juego: entre el dosel de ríos sedosos, te empeñas en crearme una ilusión que siempre, como siempre, acaba apagándose en el aire. ¿Es que no ves que tanto no puedo aguantar?

Debería apretar el acelerador. Pensar en otras cosas. Aceptar que el amor no fue hecho para mí, que mientras en la tierra muchos saborean piruletas de corazones e incluso, se atreven a probar otras distintas -no conformes con una- diciendo que supieron amar y manchando así, el honor del amor, otros somos desterrados o incluso, algunos, penosamente, nos atrevemos a conformarnos con migajas, como si no tuviéramos el más mínimo valor. Por favor, ¿qué pretendes? ¿Condenarme a esa vida de pobres mendigos leprosos? Quiero salir de esos límites. Quiero vivir. Debo coger el coche: acelerar por desiertos muertos y procurar integrarme en este extraño planeta lleno de consumismos y chapas a las que dotaron del título Lo indispensable y que tararean en los sacos de los bolsillos, siempre tan llenos de secretos, secretos tan cotidianos que casi no oímos sus voces. Pero sabes que, en el fondo, yo también anhelo la chispa de la primavera y el calor estival y te aprovechas de ello. No sé las razones que te llevan a jugar así conmigo ¿quieres matarme? Simplemente, dime si estás o sino, dime exactamente que ya no estás. Demasiado duro es andar con el cuerpo de hierro pues, mis piernas y mis brazos se ablandan, el aire pesa, los piojos del insomnio a veces se pegan la piel y la respiración, no deja respirar. Me colocaste un traje entero de hierro, sin ni siquiera ser capaz de llevarlo. Cómo dueles. Solo digo eso, cómo duele esperarte en una sala en la que ni siquiera se oye el mar.

1 comentario:

**kadannek** dijo...

El final me dolió.. Cómo duele esperarte en una sala en donde no se oye el mar.. qué cosa tan triste. Me deja una sensación desolada y amarga. Realmente logras conmover a los lectores, nos subyugas profundamente con esas grandes dosis de melancolía e ira.
Es terrible el desamor, el agotadora la espera, parece injusto el no poder estar junto a la persona que se quiere. Es feo cuando el otro no se da cuenta de que le quieres y que darías todo por él. Algo debe de querer decirnos la vida con estas cosas. Enseñanzas duras pero importantes y valiosas.