jueves, julio 21, 2011

Cuando nuestras dos almas.

Dejo aquí un poema precioso, que conocí por la serie Ángel o demonio. Es recitado por el propio Damián al final de la historia, tras saber que el tiempo junto a su amada, Valeria, es limitado. Preciosa historia y música. Yo no haré crítica de la serie, ni por supuesto me aventuraré a contarles todo, por si alguien se anima a verla. Eso para mí sí que es amor verdadero.

Advertencia: si alguien pretende empaparse de esta preciosa historia, le recomiendo que no vea el vídeo de abajo. Sino, aproximadamente, por el minuto 2:21 podrá escuchar este precioso poema de los labios del propio Damián y sentir esa bonita música que vuela por los balcones del alma, que sube y se alza y se alzará Más allá de los tiempos, quién sabe si escondida en el cobertizo de un CD.

El poema original, se llama, como indiqué en mi título,Cuando nuestras dos almas y fue escrito por Elisabeth Barret Browning.

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Cuando nuestras almas se alzan firmes,
en silencio, frente a frente,
cada vez más cerca
hasta que arden nuestras alas extendidas
y se abrasa cada rincón de su curva
¿Qué mal amargo puede el mundo causarnos
si nos tenemos el uno al otro?
Devoremos nuestro paso por la Tierra, amada mía,
huyamos del capricho cruel de los hombres que arrinconan los espíritus puros
inventemos juntos un lugar lleno de luz
donde resistir erguidos
donde amarnos siquiera por un día
aun si acecha nuestra oscura, última hora.

miércoles, julio 20, 2011

Carta absurda.

Me apoyo en el alféizar de la ventana. Estoy pensando quizás en la nada. Tengo un manojo de cariño que darte, que explota, que se mueve en la cárcel de su propia locura; obligado, obligado a enmudecer, cuando él fue hecho para amar. Sepultado. Aniquilado. Perdido. Silenciado por mi yo. Es demasiado loco para dejarlo escapar en estos mares de hielo, de esponja y de tiendas; saldría y se convertiría en cuchillo, una vez más. Dime, de qué me sirve esto, que vive dentro de mí, si no te puedo encontrar.

Las manos enmudecen. Intento buscarlas y no aparecen; los brazos, el cuerpo. Me acabo de dar cuenta de que soy noche. Quizá así mejor: podría favorecer que subiera las escaleras de piano que me llevaran a tu estrella. Ojalá, si no es en esta vida pudiéramos vernos en otro lugar, en otro tiempo, en otro no-espacio. Pero, si ni la eternidad me concedió ese privilegio, el de tenerte, dímelo. Dime cómo conseguir a un exorcista que me quite esta flor mustia, que revuelve el estómago, el aparato circulatorio, la sangre y que pretende arrastrarme, con su fuerza infinita, a su mar de precipicio. Dímelo. Dame su teléfono, algo. No importa que me quiten parte del corazón, si yo ya estoy muerta. Si dicen que el amor no existe, que fue una invención absurda en la tierra, por favor, vuélveme a decir de qué me sirve esto. Hazme ese favor: muéstrame al exorcista - es de urgencia que vea a un médico del alma - sino sonríeme, sonríeme, estrella, aunque sea desde la lejanía; cada vez que mire al cielo, hazme un guiño de tu brillo y entonces, por lo menos, podré saber que estás ahí. No me dejes sola.

Atentamente,

Tu posible desconocida.