viernes, octubre 09, 2009

Más allá de lo que digan.

El vestido abrazaba su cuerpo; perfilaba un baile en cada movimiento; coronaba sus piernas. Se había vestido otras veces de princesa, por las circunstancias, por obligación pero, cada vez le gustaba más. Esta vez, también lo estaba pero, era diferente: un envoltorio raro, semejante al de Bella pero, de otro color, del suave terciopelo del melocotón, envolvía su cuerpo. Los guantes, extendían sus dedos de tela hasta los antebrazos y la cascada de pelo descargaba sus ondas de otoño sobre su espalda. Su madre, posaba sus manos expertas sobre esa particular cáscara aterciopelada, quién sabe, qué último retoque estarían tejiendo sus dedos. Mientras, su padre, con su típico afán de admirarlo todo, exclamaba:

- ¡Qué bonito!

Quizás fuera su madre la que hubiera domado a golpe de cepillo ese revoltijo de mata de pelo, quizás, no; puede ser que la ayudara a ponerse alguna que otra cosa del complicado atuendo, a pesar de que el tiempo va sumando kilómetros y kilómetros en su compás del tiempo, a pesar de que éste la reprocharía su actitud infantil.

- Hay que volar- susurran sus nubes inquietas, sí, ésas que empañan los días de rocío, los días que van quedando en el andén del pasado, con cada nueva pincelada de presente que dan. Trazan puentes inconclusos en el aire, dejan a sus pájaros volar y empujan con sus olas de tomentas; seguro que no entienden de los dulces estadíos, de esos abrazos de amor verdadero, de esas cortinas de eternidad que te protegen de los días de lluvia. Los alejarán con un eco, un susurro de silencio, un golpe más de instantes. Vendrá el autobús del mundo y te enseñará su mundo gris y sus banderas de colores engañosos. Y mientras tanto, los niños seguirán dibujando sonrisas, lanzando globos en el aire.

El vestido de princesa se desdibuja, se remodela, se disfraza de sábana blanca. Ha abierto los ojos. La realidad saluda. Momentáneamente fastidiada, luego sonríe.

- Todas pueden ser princesas y no tienen por qué estar vestidas como tal. La princesa moderna no necesita de ningún príncipe- la dijo alguna vez una vocecita traviesa.- Es más, podemos ser lo que queramos.

Por suerte, alguien pintó puentes de sueños con los que burlar la realidad. Esta noche se acostará, esperando la nueva aventura.